lunes, 29 de octubre de 2012

Me dijiste se acabó, y fueron tus últimas palabras.


No te diré que no estaré contigo siempre
sólo porque la muerte esté esperando.
No te diré que te querré eternamente
porque poco a poco ya te estoy olvidando.
No te diré que no te muevas, que yo he bailado mucho,
te limpiaré las lágrimas con las manos que te las provocaron.
Tú necesitabas un hombre experto, y yo una mujer a la que nadie hubiese tocado,
puños de hierro siempre encuentran pómulos muy duros.
Tu cabeza ladra como un eunuco en celo,
llegó el momento en el que tus esperanzas
caminando a gatas se encontraron con tus celos.
Nunca hubiera imaginado que alguien sin nabo,
ni brazos ni autoestima, pudiera volverse tan loca
como para querer tomar el rumbo de su vida.
Sí, mi bella princesa, la más dulce, la más bonita,
la que tiene tanta belleza, que ese par de
tetas no necesitan cabeza, que ese par de
ojos no necesitan letras, que este par de
oídos no se merecen queja, y que ese par de
labios sólo necesitan mi lengua. Grita, grita,
a ver si algún vecino entra por la puerta y me dice que es mejor marido que yo.
Por tu felicidad mil molestias, por la mía diez calvarios,
y ni mil diez denuncias por maltrato impedirán que amanezca.
Sintiendo que lo sacrificado no había merecido la pena,
sin cigarro, ni botella, ni bañera donde cortarse las venas,
con los recuerdos, y los besos, y las pasiones olvidadas,
me dijiste se acabó y fueron tus últimas palabras,
me dijiste se acabó y fueron tus últimas palabras,
me dijiste se acabó y fueron tus últimas palabras.

Víctor Castilla. 28 de Octubre de 2012, de madrugada.


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Un poquito de optimismo, cojones



Quejarse ha sido siempre deporte nacional. Cierto es que nunca hemos necesitado motivos, pero ahora son algo que desde luego no nos falta, de eso ya no podemos quejarnos. En un tiempo donde parece que todos somos unos superdotados de la economía cuyas teorías financieras bien podrían convertir el mar Egeo en un paraíso fiscal, las opiniones se están prostituyendo a una velocidad que nos llama poderosamente la atención. Supongo que el disfraz más popular en carnavales será el de Keynes. Eso sí, es una profesión elitista, y ahora, para estar bien a la última, hay que despotricar del despilfarro. Romperse a llantos la camisa mientras se rebuzna sobre la mala distribución de la riqueza que generan los pocos que levantan el país frente a los muchos que viven de él. Es lógico quejarse de esto, sino digo que no, pero como he dicho, nos gusta quejarnos, sí, pero a lo de pensar no le tenemos tanta afición.

Y no es que el despilfarro esté mal, no me malinterpreten, lo que pasa es que en España el despilfarro está mal repartido. Siempre despilfarran los mismos y siempre somos los mismos- permítanme que me incluya-, los que tenemos que mirar fingiendo no estar viendo nada. Luego nos quejamos de tener fama de flojos, de chorizos y de tramposos... La madre que nos parió a todos uno a uno... que parece que es la misma.

En realidad, los españoles tenemos más de gilipollas que de flojos, chorizos y tramposos, aunque de eso tampoco vamos mal. Y no sé si será la rebeldía inconsciente del contestatario juvenil la que me lleva a considerar inútiles según qué aparatos del Estado, pero creo que no. Sólo voy a poner dos ejemplos, que tampoco quiero firmar mi sentencia de muerte. Voy a empezar por lo más obvio, la Exc. Archicofradía de Nr. Señor del Senado y la Virgen de la Desvergüenza. Sirve para ir almacenando progresivamente la estirpe jurásica de los cadáveres políticos que cobrarán un sueldo vitalicio por dormirse en una silla y levantar la mano. Puestos a quejarnos, quejémonos de lo más evidente, no nos colguemos de las ramas, nuestra siempre célebre duquesa de Alba, que además de deslumbrarnos con portadas de infarto -tanto el suyo como el nuestro- en revistas del corazón, es, allí donde la ven, la dueña del ochenta por ciento del campo andaluz, pudiendo presumir, de entre otras muchas cosas, de ser el último resquicio del feudalismo, algo que hoy en día podríamos considerar muy vintage. Y vamos nosotros y le damos la medalla de hija predilecta de la patria andaluza. Si es que a gilipollas no nos gana ni Dios, que ya es decir.
Si es que le tenemos mucho cariño a lo nuestro, nos da lástima tirar los trastos viejos, nos negamos a hacer limpieza y los papeles y la porquería siguen tragando polvo, soltando mierda, y transmitiendo enfermedades cuyas vacunas salen cada vez más caras. En España, la cosas son útiles en tanto en cuanto son antiguas, en lugar de ser antiguas en tanto en cuanto sean útiles. Pero tampoco nos excedamos, que bien me podríais decir que el hecho de que un inútil como yo tenga internet, es también un grandísimo despilfarro, sino el más grande. No seamos demagogos, derrotistas ni escocíos. que parece que si, por si lo que sea no nos hunden las adversidades, ya estamos nosotros para hundirnos solitos con melodrama del malo. Está claro que, teniendo en cuenta la situación, uno llega a interpretar que la cosa está para irse uno al carajo. Pero qué quieren que les diga, a mí que me quiten lo bailao, vamos a celebrar que tenemos piernas y brazos, que aunque se nos olvide, es privilegio del que no todo el mundo puede gozar.

martes, 28 de agosto de 2012

Cigarrillos de esperanza

Ser fumador ocasional no sólo es una insalubre, incorrecta e irresponsable vía de escape de muchos problemas y frustraciones, -en los que no voy a entrar-, sino que, muy de vez en cuando, te permite además vivir muchas de las experiencias vitales necesarias para una sana aceptación de los horrores de la vida. Y es que, cuando una rancia y mal entendida madurez emocional e intelectual nos lleva a ese punto en el que comprendemos que este mundo es un lugar frío y egoísta, poblado por personas que das bastante asco, pedirle tabaco a un desconocido y que te responda: <> es algo que te llena de esa esperanza que tanto nutre nuestra actitud ante la vida. Los cigarros duran muy poco, hay que aprovechar cada calada sin dejar escapar el humo, porque sino, no nos llega, y sin absorberlo de golpe, porque nos destruye. Los cigarros son criaturas frágiles que nos cuesta sostener entre los dedos cuando nos hacen efecto y que se consumen si no los aprovechamos, son pedazos de oscuridad regalada contra todo pronóstico y raciocinio. El mundo puede ser un lugar maravilloso, pero no fuméis, por favor.

lunes, 12 de diciembre de 2011

San Cucufato, los cojones te ato

Me he metido con no se qué santo- sin darme cuenta, prometido, que a mí las blasfemias me las transcribe el subconsciente-, y un miembro de una archicofradía se ha ofendido y me ha pedido amablemente que me retracte. Que diga que ese santo de cuyo nombre no logro acordarme era una persona muy buena, que se cogía él mismo el dobladillo del pantalón, que nunca se iba de putas y que el culo le olía a romero. Pues bien, no quisiera yo desobedecer a un miembro importante de una archicofradía, llega a ser de una cofradía a secas y a lo mejor sí, pero al de una archicofradía... ahí ya se me encoge la pluma.

Este santo al que difamé gratuita e impunemente, era un santo bueno, como todos los santos. Un santo de los de verdad, cumplía todos los requisitos que la Iglesia exige para santificar a alguien, un representante pontificio especialista en milagros firmó un certificado compulsado por el Vaticano acreditando todos y cada uno de sus milagros, no vayamos a pensar que se inventan las cosas. Era un santo generoso, como todos, su gigantesca generosidad solo conocía los límites de su riqueza. Daba de comer a los niños, de paso los evangelizaba, pero eso es lo de menos. Él les alimentaba el alma con la palabra del señor sin cobrarles un centavo y encima les daba de comer, no me explico cómo aguantaba esta situación sin querer sacar provecho del asunto... cosa de santos. Fue siempre muy atento con su familia. Nada más ingresar en la corte papal, se los trajo consigo para que pudieran experimentar de primera mano la dura vida del Vaticano, donde, día sí y día no, tenían que hacerle frente a una gotera, o a un trozo de carne poco hecho, o a un vino pasado de fecha... Por insólito que nos parezca, su familia no quiso abandonar a su hijo y accedió a trasladarse definitivamente a la ciudad santa conociendo el horrible destino que les deparaba.

Por si esto fuera poco, este santo fue tesorero del Vaticano, y tuvo que ver pasar dinero por sus manos todos los días durante toda su vida, con la constante tortura de poder llevarse solo la mitad de los porcentajes, y sólo una vez al mes... Ya quisiéramos que nuestros políticos de hoy en día fueran tan honrados... ya me gustaría verles a ellos teniendo que llevarse solo la mitad de lo que pasa por sus manos...

Por increíble que nos parezca, ninguno de estos sacrificios sirvió para que su vida fuera considerada ejemplar ante los ojos del creador. Pero esto no le supuso un gran problema, para eso está el arrepentimiento. Y es que no hay nada que le guste más a Dios que ver a una persona arrodillada y auto-flagelándose para pedirle perdón. Y ya tuvo que ponerse Dios cachondo viendo suplicar a este santo, que ni el Papa pudo llevarle la contraria al altísimo. Nuestro santo no sólo se libró de las llamas del infierno, sino que a los pocos años de su muerte, ya era santo.


Para finalizar, quisiera instar a sus excelencias y autoridades eclesiásticas a que se decidan por fin a santificar en vida. Para que al menos se lleven una alegría antes de reunirse con el creador, en vista de la escasez y las penurias que se ven obligados a soportar. En fin, que de tanto atarle los cojones a San Cucufato al final se le acaban inchando

Víctor Castilla, 13 de Diciembre de 2011, 3:41 H.

sábado, 10 de diciembre de 2011

El arte de hablar a la espalda

Envenenar, despellejar, la envidia hecha cólera. Hablar a la espalda, una actividad tan antigua como la prostitución. La gran lacra de la humanidad, el pesar más abominable de nuestra civilización, la única peste endémica incurable que ha asolado la tierra, y más verborrea colérica. Me falta página, me falta blog, no hay espacio a papel ni cibernético en el que quepan todos los adjetivos que debería utilizar -conste que se me pueden ocurrir muchos, que para adjetivar con odio no hace falta ser miembro de la RAE, solo tener imaginación y mucha mala leche-, para describir el noble y comprensible desprecio que siento por esta oscura faceta de la naturaleza humana. Prerrogativa- aunque poco tiene de privilegio-, de mi sexo y de mi orientación sexual, me veo a menudo en la obligación, que cumplo estoicamente, de aparentar ser un tipo duro de esos que casca nueces con las nalgas, toma sopa con tenedor, se limpia el culo con aluminio y siente por dentro menos si cabe que lo que siente por fuera. Pero ya estoy hasta los cojones. Estoy dolido, sí, y mucho. Doy mi palabra de que me voy a cargar el teclado sobre el que estoy redactando este artículo, fruto, casi exclusivamente, del más profundo sentimiento de cólera. Que sí, que gran parte de este mosqueo es solo literatura, que sí.
Que no, que no es solo rabia y testosterona, que la garganta y los huevos no meditan lo que dicen, pero los dedos y las palabras sí, y no hay palabras más duras y sinceras que las que nos regala un mosqueo meditado.

Qué ingenuo es éste mezcla-letras veinteañero a quién tenéis el desprecio, aprecio, locura, aburrimiento - o vaya usted a saber qué razones-, de leer. Que se creía el pobre que era el único, ¡único! Ahora no puedo decir esa palabra sin descuajeringarme. Qué pena Don Víctor, le creía yo más avispado... En la vida se puede ser de todo: maricón, puta, yonki, negro, mujer, comunista, ecologista, maniático..., lo que sea, cada uno carga con su cruz, y sufrir a gusto por ello. Ahora, si lo que te ha tocado, amigo, es ser confiado... pobre diablo... te va a parecer que Dios y toda su corte celestial se han aliado con Lucifer para corrérsete encima, pero sin usar toallitas perfumadas después. Va uno por la vida dando por hecho que todos pretenden destacar por mérito propio, no por demérito de los demás, y es que ser un confiado te impide ver que hay quiénes único talento en sí es despreciar el talento de los demás. Es un discernimiento cruel, duro y mezquino. A un confiado como yo le cuesta creérselo- aún se niega a creérselo del todo-, pero es la verdad, y si algo creo haber aprendido en las dos décadas que llevo rondando este enésimo reino llamado realidad, es que la verdad se prostituye, hace varios servicios cada noche y cada vez a un precio más bajo.

Dicho esto, que es del todo comprensible, ¿por qué ni en ese fétido pozo de la cara más ruin del alma humana hay si quiera algo de sinceridad? ¿Por qué las personas que se dedican a despellejarte a la espalda usando argumentos más que discutibles, tienen el valor de sonreírte mirándote a los ojos? ¿Por qué hay tanto mamón suelto que te insulta en voz baja en tus narices dando por hecho que vas a fingir no haberle escuchado? ¿Por qué hacer un esfuerzo por ocultar ese desprecio? Si te doy asco- porque pare hacerme eso te lo tengo que dar-, ¡dímelo! Que no pasa nada, de verdad. Hasta podemos seguir compartiendo el periódico y preguntarnos de vez en cuando por la familia, si una cosa no quita la otra. Pero, lo que me llama poderosamente la atención, lo que no me entra en la cabeza, es esa voluntad de querer hacernos creer que sienten por nosotros justo lo contrario de lo que sienten de verdad. ¿Por qué? Es inútil invertir tanto esfuerzo, no hay quién se lo crea, no perdáis en ello la dignidad ni la vergüenza.


Yo personalmente me tomo la vida de otra forma, trato de no gastar energía en despreciar al prójimo. Da malas vibraciones. Bastante tenemos con el cambio climático, la inminente caída de la U.E. y el giro oriental de la superpotencia mundial..., como para añadirle más porquería a nuestros quehaceres diarios. Una actividad recomendable para todos los días- además de blasfemar como mínimo dos veces al día, o después de cada comida- es entrenar algo muy importante, lo segundo más importante después de la lucha contra la trágica deformación profesional. La incesante lucha contra la vanidad. Disfrutar con el trabajo bien hecho aunque no seas tú quién lo lleve a cabo. Éste es el hábito más elegante y honrado al que podemos aspirar a habituarnos en esta vida. Ese es un talento que hay que trabajar, trabajar para ganarlo y para no perderlo. Humildad, una virtud que jamás tendrán esos buitres de la humanidad, esos carroñeros de la confianza.

Pero no os preocupéis, estos parásitos- que aunque tengan buen corazón, son parásitos del alma-, son fáciles de detectar. Presumen siempre de lo que carecen, cargan sus propios defectos sobre los demás, y a menudo son quiénes, como he dicho, no tienen talento para otro arte que el arte del cobarde- que no es el de hablar a la espalda, que eso lo hacemos todos-, sino el de morena por detrás y rubia por delante. Pero no pasa nada, que antes de la calma vino la tormenta, y por ahí también hay gente maravillosa, personas gigantescas que llenan con su corazón cualquier lugar al que vayan.


Víctor Castilla. Diciembre de 2011.

miércoles, 13 de julio de 2011

Para unos es un golpe de estado, para otros una revolución.

Para unos es un golpe de estado,

para otros una revolución.

Para unos un libertador,

para otros un terrorista armado.

Para unos, un engaño,

para otros, una votación.

Para unos atentados,

para otros, libertad de expresión.

Para unos será su bandera,

para otros el recuerdo del dolor

de los que murieron defendiendo

la libertad del que los mató.

Todos expresan con sus palabras

lo que querrían expresar con sus armas.

En el mundo hay locos que luchan

por que todos pudieran hablar,

y cuerdos que luchan para que todos

tuviéramos que callar.

Lo legal es siempre lo ilegítimo,

lo ilegítimo siempre es lo legal.

Recuerdo cuando siendo niño

creía poder cambiar el destino

extendiendo mi brazo para votar.

Para unos es una revolución,

para otros es un golpe de estado.

Para unos, libertad, para otros, libertinaje,

¿y la democracia? Eso…

eso no le interesa a nadie.

Víctor Castilla. Marzo de 2011.

domingo, 29 de mayo de 2011

Hija mía... de verdad... ¡qué mal están los tiempos!

Hija mía de verdad,
¡que mal están los tiempos!
nos quitan las pensiones,
nos suben los precios,
nos quitan el tabaco
y nos bajan los sueldos.
¡Hija mía que castigo!
¡¿y lo del euribor?!
que no se yo que será,
pero que quieres que te diga, niña,
a mí me suena muy mal.

Pero bueno a lo que iba,
que España está en la ruina,
menos mal
que el inútil este no se vuelve a presentar,
aunque con todo mi cariño te digo
que tenía mucho talante, y mas cojones que mi difunto marido
¡Porque a mi ni mi pepe me quitó de fumar!

Pero siendo sinceros,
¿para qué tanto politiqueo?,
¿qué viene Rajoy y se va Zapatero?,
¿y a mí que más me da?,
si aquí siempre entra uno gracias a que el otro se va.
Y no es por ser pesimista,
pero no creo que el barbas tenga mucha prisa,
porque pa coger las riendas…
en fin, hija mía,
siempre es mejor esperar a que se seque la mierda.
¡Por eso le subía la temperatura, niña, si le hablabas de moción de censura!
¡Normal!
Si es que por mucho que nos digan,
diez votos les valen más,
que diez años de bienestar,
mientras que el de arriba se desgaste
¡a tirar palante!
ya se cansará.
¿Y qué le vamos a hacer?, ¿es que no lo sabías?
si aquí en este país, hija mía
los presidentes siempre ascienden
gracias al suicidio del titular,
¡mira a Felipe con los Gal!
¡mira a Aznar
con la guerra de Iraq!
eso sí, te reconozco que este presidente,
por lo menos, va con la verdad de frente
¡que hay que cagarla con dignidad!


Y bueno, de todo lo demás,
¿para que hablar
pudiendo callar y pensar?
Mmmm…no sé, le pediré a mí casero que tenga piedad,
que ese está como yo,
y ya es raro
estar en el paro
y no tener corazón, ¿no?

Mira, que se me olvidaba,
¿y lo que me dijiste de limpiarle la casa
A doña Encarna un par de horas a la semana?,
¿poco dinero?, no pasa nada,
ya me lo figuraba,
si es por coincidir con ella,
hacerle la pelota como a una plebeya.

“¡Pero qué anillo más divino!
¡qué trono más hermoso!
¡qué casa más cuidada!
¡y qué niña tan requeteguapa!”

Y entre una y otra le pido que le busque algo a mi Juanma,
lo tengo to pensao
un par de semanas,
y el niño está colocao.

En fin, hija mía, así se gana una la vida,
suplicando y sacando brillo a las estanterías.
¡¿Has visto lo mal que está la cosa en Libia?!
Hija mía, de verdad, ¡cuánto cuesta ganarse la libertad!
y también te digo que los de mahoma tienen mucha cara
¡mira lo que le hacen a las mujeres musulmanas!
¡y seguro que hasta viene en el Corán, niña!
aunque peores cosas dice la Biblia...
Pero a lo que iba, ¿¡te enteraste de lo de la revolución tunecina?!
después de tantos años
las cosas van cambiando, nada perdura,
se les acabó el chollo a las dictaduras.
De verdad, hija mía… a ver cuánto dura….

Y lo que de te decía,
que hay mucha intolerancia,
las cosas como son,
y desde hace ya bastante,
que ya era raro poder ser español
sin que te gustara el jamón,
ni el fútbol, ni los calamares,
ni ver en la sobremesa a karmele marchante,
de verdad, cada vez veo a esa mujer
me dan ganas de ponerme a leer,
¿y a la belén Esteban?
con esa ya, de memorizar la enciclopedia,
si es que no puede ser, que estamos amuermaos,
tanto gran hermano nos ha condenao,
será algo natural de la raza humana
lo de tumbarse en el sofá y no hacer nada
¡¿pero qué esperanza nos va a quedar!?
si una imagen vale más que diez millones de palabras...

Hija mía... de verdad...
¡qué mal están los tiempos!
nos adelantan las jubilaciones
nos bajan los precios,
nos llenan de humo
y a los funcionarios les suben los sueldos,
¡hija mía qué suplicio!
¡¿y lo del íbex 35?!
que no se yo que será,
pero que quieres que te diga, niña,
a mí me suena muy mal.


Víctor Castilla. (Abril 2011)